By: MIGUEL BATISTA ( EL POETA )
ESPN
SEATTLE -- En algunas ocasiones, estando en el estadio miro hacia las tribunas y me pregunto: ¿Por qué los fanáticos son tan apasionados con este juego? ¿Qué es lo que en realidad le da a este deporte la potestad para hacerles hervir la sangre de entusiasmo o de rabia, cuando ganan o pierden sus equipos favoritos? ¿Qué los llena de nostalgia o los colma de ansiedad? ¿Qué puede hacer que una persona como Henry Young, quien estuvo encerrado por dos años en la celda más oscura de la prisión de Alcatraz, al ser trasladado a una celda normal lo único que se le haya escuchado decir fue '¿Cuánto está bateando DiMaggio este año'? ¿Es esto amor o tradición?
Al cuestionarme, llegan a mi mente las palabras del actor James Earl Jones en la película "Campo de Sueños" (Field of Dreams) que cuando mira a Ray Kinsella (interpretado por Kevin Costner), le dice:
-La gente vendrá Ray, ellos vendrán por razones tan grandes que no podrán entender. Manejarán hasta aquí sin estar seguros porqué lo hacen. Llegarán a las puertas de los estadios con la inocencia de un niño en busca del pasado. Les cobrarán para entrar y pasarán el dinero sin pensarlo dos veces, pues es dinero que poseen, pero el entusiasmo y una paz de victoria les hacen falta. Caminarán hacía las graderías, llevando puestas las camisetas de sus equipos de preferencia en las tardes perfectas, cuando el sol brilla con su más mágico esplendor. Se sentarán en sus lugares reservados a los lados de las líneas de cal, donde lo hacían cuando eran niños y animaban a sus héroes. Verán el juego y sentirán como si se sumergieran en las mágicas aguas del pasado y sus recuerdos serán tan fuertes que podrán ser quitados de sus rostros como una máscara. ¡La gente vendrá Ray! Hay una sóla cosa que ha sido constante a través de los años, el béisbol.
América ha pasado aplastando como una infantería de maquinarias pesadas, ha sido borrada como si fuera una pizarra, reedificada y borrada de nuevo, pero el béisbol ha marcado los tiempos. Este juego es parte de nuestro pasado y nuestra historia. Nos recuerda todo lo que una vez fue bueno y que puede volver a serlo otra vez. ¡Oh! la gente vendrá Ray. La gente definitivamente vendrá.
Con esas palabras y haciendo eco en mi subconsciente, quise saber que era para mis compañeros el deporte de la pelota y salí a preguntarles a varios de ellos ¿por qué el béisbol? ¿Por qué no algún otro deporte o una carrera universitaria?
"Yo juego béisbol desde que tenía tres años de edad, -me respondió El Samurai del Béisbol, Ichiro Suzuki- desde que estaba en tercero de primaria sabía que lo único que quería en la vida, era ser jugador de béisbol. Practicaba los 365 días del año con mi padre. Aún recuerdo esos hermosos momentos donde nos lanzábamos la pelota el uno al otro, momentos especiales entre padre e hijo que marcan nuestra niñez".
"Para mi fue amor a primera vista", manifestó mi compañero, Cha Seung Baek. "Cuando tenía cinco años, mi padre me llevó a un juego en Corea; yo quedé maravillado con todo aquello, la gente gritaba como loca, yo no paraba de sonreír al ver cómo la multitud se alborotaba con el juego, pregunté emocionado que era todo aquello y mi padre me respondió '¡Béisbol!'. Al llegar a la casa le dije a mi padre que me comprara un guante, que quería jugar béisbol. Luego de varios días mi padre me llevó a una liga y apuntando hacía el terreno de juego me dijo: 'Ve, anda, alcanza tu sueño'".
"Cuando yo era pequeño mis hermanas jugaban softball en Australia, nuestro padre era entrenador personal del pasatiempo número uno de los Australianos, el Rugby, pero un día cuando yo tenía 12 años, un amigo me dio un video de la serie mundial entre Los Azulejos de Toronto y Los Phillies de Filadelfia. Fue entonces cuando me enamoré de este deporte; yo trataba de imitar a los grandes lanzadores que allí había como Jimmy Key. Me miraba en el espejo mientras me imaginaba que yo era uno de ellos lanzando en La Serie Mundial". Así me narró su experiencia mi colega el Australiano Ryan Rowland-Smith.
"Para los niños canadienses jugar béisbol no es una primera opción. El verano dura alrededor de cuatro meses en nuestro país, por eso muchos de ellos prefieren buscar un deporte que puedan practicar todo el año. Cuando era adolescente yo sólo jugaba con los muchachos en el vecindario, hasta que un amigo me dijo que fuera a un tryout y entonces me reclutaron en el equipo de la escuela. Cuando comencé a jugar mis entrenadores me dijeron que podía llegar a ser un buen lanzador, que sólo necesitaba un poco de velocidad en mi recta, pero que era obvio que yo tenía futuro en este deporte. Para mi fue mas bien una decisión de qué rumbo tomar en la vida", me reveló Erik Bedard.
"En mi caso, la razón por la cual me hice jugador de béisbol, se debió a mi hermano mayor José. Yo al igual que todo el mundo en mi barrio de Puerto Rico lo admiraba. El verlo jugar en la televisión me llenaba de orgullo. Yo quería seguir sus pasos y así lo hice", me dijo sonriendo nuestro nuevo entrenador Tommy Cruz.
"La única razón por la que siempre he jugado béisbol ha sido mi padre, desde que jugaba en pequeñas ligas", recuerdo que me dijo hace varios años atrás un antiguo compañero.
Mi padre era fiel admirador de Pedro Guerrero en aquellos tiempos, yo me quedaba anonadado viendo como él se alegraba al ver en la televisión cuando Pedro pegaba un cuadrangular. Yo adoraba a mi padre y me moría porque él estuviera tan orgulloso de mí como lo estaba de él, por eso comencé a jugar béisbol a la edad de diez años.
Creo que el momento más feliz de mi vida ha sido cuando mi padre me fue a ver en mi primer juego de Liga de Invierno y yo conecté un cuadrangular en la quinta entrada. Al ir pasando por segunda base lo vi saltando de alegría en las graderías y dándole la mano a todos a su alrededor; yo comencé a llorar al pasar por tercera base y cuando pisé el home plate lo miré y apuntándole con el dedo le grité: '¡Fue por ti papá!'.
Escuché a Facundo Cabral que Jorge Luis Borges decía que en la vida tanto el amor como la fama muchas veces eran accidentes, que dependía de qué rumbo en la vida uno tomara pero ¿qué pasa con aquellos que crecieron en el béisbol? Como Jason Giambi, quien su padre, desde pequeño, admiraba al gran Mickey Mantle hasta el punto que enseñó a su hijo a batear a la zurdas como lo hacía su ídolo. El día que firmó con Los Yankees, con lágrimas en sus ojos, dijo en plena conferencia de prensa "papá no puedo usar el número siete como tu pelotero favorito, pero usaré el veinticinco, y si lo sumas, dos más cinco es siete".
Escuché sus historias y quise encontrar mi verdad sobre mis propios cuestionamientos, entonces analicé mis comienzos. Yo empecé a jugar béisbol a los 15 años y me pregunté ¿Por qué estoy aquí? ¿Por amor o por tradición? O simplemente porque era mi destino. La única respuesta que pude darme es que el béisbol es la religión de mi pueblo, el fantasma que me envolvió en sus misterios.
Aunque mi respuesta no sació por completo la curiosidad de mi corazón, hoy puedo decir y para ello escojo parte del diálogo del personaje de Crash Davis en la legendaria película de béisbol "Los Búfalos de Durham" (Bull Durham): "Gracias al béisbol, yo creo que de nada sirve la física quántica cuando se trata de las cosas del corazón, creo en el alma del ser humano, creo en la hermosura del olor del cuerpo de una mujer, creo en la elegancia de un lanzamiento en curva y que no hay un sentimiento más sublime en ningún deporte que pegarle a la pelota y verle irse de home run. Creo en el bateador designado y creo en los besos largos, lentos y profundos que duran tres días".
Puede ser nuestra propia mística, las supersticiones o las leyendas que rodean nuestro mundo lo que hace que la magia de este deporte sea única. O tal vez es la esencia que transmiten nuestras almas en el campo de juego... ¿Ustedes qué creen?
viernes, mayo 9
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